martes, 4 de mayo de 2010

El consumismo inducido


reflexiones sobre el consumo postmoderno

El consumismo ha llegado acompañado de un aumento del tiempo libre que los medios de comunicación de masas y la industria cultural han intentado, en muchas ocasiones con éxito, convertir en tiempo de consumo. La industria cultural organiza el tiempo libre y alimenta el deseo, intentando diseñar el entretenimiento y sus horarios, los deseos y sus aspiraciones, intentando imponer las reglas del «tiempo libre» y haciéndonos interiorizar los deseos y preceptos consumistas. La llegada de lo que el historiador inglés Hobsbawn llamó la «sociedad de la opulencia» del siglo XX ha generado una orientación consumista que ha revolucionado la postura de la época anterior frente a la existencia. El consumismo alimenta una concepción distinta de la existencia, mucho más dócil y ligera, y de cuyo núcleo se han eliminado la dureza y la dificultad, en la que los bienes no se evalúan en base a su «valor de cambio», sino a su «valor de consumo».

Con el paso del tiempo y bajo el empuje de la industria cultural y del mundo publicitario, nos hemos convencido de que hay que entender el consumo como un hecho estrictamente privado. Es más, parece que sea uno de los actos que nos caracterizan, que ayudan a formar nuestra identidad, que dan un toque de originalidad a nuestro yo. En realidad el consumo es un «hecho social», y en absoluto privado. El consumo cotidiano tiene repercusiones políticas, económicas, sociales y geoestratégicas a nivel global. Produce unos efectos que son tan diferentes entre ellos como intensos en sus consecuencias: desarrollo o subdesarrollo económico, alianzas internacionales hegemónicas, explotación, usurpación de los recursos naturales y, en algunos casos, hasta guerras...

Parece que el pensamiento crítico se esté atrofiando, y del mismo modo que con el paso del tiempo el hombre ha perdido la capacidad para cazar, pero ha mantenido el instinto, así nosotros estamos perdiendo, por falta de uso, la esfera cognitiva orientada a la crítica. No será un proceso breve, pero los primeros síntomas se pueden vislumbrar en la aceptación sin críticas del statu quo. No seremos nosotros los que más lo sufriremos, sino las futuras generaciones, a las que regalaremos un cuerpo y una mente cuyas capacidades críticas estarán notablemente debilitadas. Y los primeros síntomas son ya más que evidentes.

Doctor en Teoría y Práctica de la Comunicación y la Interculturalidad. Imparte “Sociología de los procesos culturales” en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sassari. Ha sido Visiting Research en el Institute of Communication Studies de la University of Leeds (UK) y Affiliated Visitor en el Department of Sociology, University of Cambridge (UK). Escribe para varias revistas y es autor de cuatro monografías y numerosos artículos.

Traducción de la Dra. María Begoña Sánchez Galán (Universidad de Valladolid). Esta aportación ha sido posible gracias al programa Sócrates de intercambio de profesores de la Universidad de Valladolid.

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